Hofmann, el restaurante de una de las escuelas de hostelería más prestigiosas de Barcelona
Hoy recupero una entrada muy especial que tenía guardada desde San Valentín!
Seguramente porque me gustó mucho y requiere mayor dedicación de lo habitual dado el elevado número de platos que os voy a presentar, así que espero que estéis ansiosos por compartir una verdadera aventura gastronómica conmigo ;)
Me he declarado fan incondicional de Mey Hofmann en innumerables ocasiones (especialmente de su pastelería) pero me quedaba una joyita pendiente, el restaurante de su escuela de hostelería, una de las mejores de la ciudad según se dice, se cuenta, se rumorea...
En el restaurante Hofmann encontramos una delicada mezcla entre vanguardia y tradición, fruto de la experiencia y creatividad de su directora, galardonada con una Estrella Michelín en 2004.
Por supuesto, no falta producto de primera calidad en sus elaboraciones basadas en las raíces de nuestra cultura catalana y la presentación de cada plato está muy pensada para sorprender a los comensales más exigentes y deseosos de gastroarte.
Respecto al espacio, me pareció un lugar sobrio y elegante en el que podremos disfrutar de una velada tranquila y relajada, ya sea en su salón de mesas redondas decorado en madera y tonos tierra o en alguno de sus tres salones privados.
Pero lo más bonito de todo es poder ver a ese gran equipo de jóvenes promesas detrás del cristal trabajando cada detalle con amor y pasión arropados por un servicio en sala exquisito.
Empezamos con las sorpresas fuera de carta gracias al surtido de snacks servido por la casa.
Un aperitivo de sopa de remolacha con ternera, nata agria y chus.
Una combinación que a priori nunca habría pedido pero que me sorprendió gratamente por la cantidad de matices y sabores distintos que contenía un plato tan pequeñito. Muy bueno y colorido.
El segundo snack fue líquido pero siguiendo las tonalidades del amor que para eso era San Valentín.
Chupito de lichis con agua de rosas, frambuesas, ron y limoncello acompañado de crujiente de piñones.
Sabores muy intensos y refrescantes que le quedaban muy bien a las diferentes texturas que lo acompañaban, sin duda el preludio de una gran noche.
Antes de comenzar, nos sirvieron una cestita con surtido de diferentes panes, había focaccia, chapata con oliva, pan con queso manchego gratinado... a cuál más rico!
También mantequilla junto a diferentes tipos de sal, maldon y flor de sal, por si queríamos añadir al gusto.
Decidimos compartir los primeros y empezamos por un rissoto de setas, aire de parmesano y salsa de oporto.
Delicioso sin más, nos encantó. Su sabor, su textura, el punto de cocción del arroz, los aromas... toda la esencia del producto concentrado para ser disfrutado.
Continuamos con otro de mis preferidos que sólo pido en lugares de confianza, el canelón.
Una obra maestra de ternera con foie, crema de queso trufada (oh sí) y teja crujiente de parmesano.
No sólo la presentación es preciosa, comerlo es todo un placer, palabrita de ITer.
Para el segundo, aposté por el pescado y creo que aquí patiné un poquito. Me decidí por un salmón crujiente con pasta fresca verde, pesto y tapenade.
Una ración generosa de pescado muy fresco, vivo que diría mi madre, pero con un punto de cocción poco hecho... se que se mientras más prestigiosa es la cocina la tendencia es tener puntos de cocción inferiores para respetar al máximo el producto, pero a mi me gustan las cosas más cocinadas.
Seguramente habría disfrutado mucho más con otros platos de la carta pero bueno de vez en cuando también me "equivoco"... y ojo no por culpa de los camareros que me insistieron en devolverlo a cocina pero mi estómago empezaba a estar bastante lleno y se avecinaba un final apoteósico, así que aunque comí bastante no apuré el plato.
Sin embargo Manuel vaya si acertó el señorito!!
El olor de su plato era embriagador y su sabor ni os cuento... una delicatessen incluso para mi que no soy nada carnívora, pero este solomillo de ternera Café de París con patatas soufflé y puré de temporada era todo un espectáculo, sublime.
Llegados a los postres (que por cierto se piden al principio de la noche por su compleja elaboración) estábamos llenitos porque no escatiman en las raciones al contrario de lo que podríamos pensar en un restaurante de esta categoría, pero como uno de los objetivos de mi visita era la parte de los postres nos habíamos pedido dos, en esta ocasión nada de compartir, no no no.
Empezamos por la bola sorpresa de chocolate Cuvée Partage exclusivo Valrhona, praliné de avellana y helado de cognac.
Como bien dice su nombre, es toda una experiencia sorprendente por lo que si no quieres enterarte de todos sus misterios pasa al siguiente postre porque llegan spoilers a cascoporro.
Y como las imágenes valen más que mil palabras aquí os dejo la metamorfosis in vivo de esta enorme (y riquíiiisima) bola de chocolate rellena.
Nos habíamos quedado con la duda de pedir los crujientes de vainilla, una crema de vainilla envuelta en finísima capa de pasta filo.
Y ante nuestra indecisión, nos trajeron por sorpresa y muy amablemente una ración más pequeña.
También se sirve de una forma muy curiosa pero en esta ocasión no os lo voy a explicar, tenéis que descubrirlo vosotros mismos, no pensaréis que voy a desvelar toda la magia verdad?
Espectacular presentación y todo lo que este postre tiene de especial, por no hablar de lo delicioso que está, aunque creo que eso ya salta a la vista.
Nuestro segundo elegido fue la tarta de queso mimética. Una tarta de queso que se va de picnic, con gelée de frutos rojos y brioche meloso que se deshacía en boca de lo esponjoso que estaba.
Su presentación me recordó a la tarta de queso que comimos en Tickets y quizás por eso la parte de "sorpresa" fue un poco menor, pero estaba buenísima y como veis es un postre más que considerable.
A partir de este momento creo que casi no podía moverme de la silla... ¿nos habíamos pasado pidiendo? pues seguramente sí, así que no os precipitéis y aprended de los mayores, que encima os saldrá más barato jajaja.
Para rematar la jugada llegaron SEIS regalitos más, bombones de chocolate crujiente, de chocolate y coco y nubes.
Alaaaaaaaaaaaa toma ya, despiporre!!!
Y además nos obsequiaron con su mítica lata de sardinas de chocolate y praliné, que preferimos comernos en casa al día siguiente antes de explotar allí mismo.
La sardina es uno de los productos emblemáticos de Hofmann, un producto sencillo que han recuperado para cobrar todo el esplendor y protagonismo que se merece.
Éste es su peculiar homenaje dulce, un chocolate delicado y buenísimo que seguro os encantará.
Encontré lo que buscaba, una noche diferente de alta gastronomía en un lugar que no destaca especialmente por su decoración pero que es un referente en cuanto a lo que de verdad me importa cuando estoy dispuesta a pagar más de lo habitual, El Sabor.
- Por qué hay que ir? para disfrutar de los sabores, los matices, la originalidad, los postres de ensueño.... Por mil razones. Ojo con los horarios, sólo abren de lunes a viernes.
- Moraleja el arte está también en la gastronomía y Hofmann es un claro ejemplo de ello.
- Precio aproximado toda la cena con vino y cafés costó unos 120 euros en total, es un precio elevado no apto para cualquier fin de semana pero merece mucho la pena. Siempre que voy a un lugar así me doy cuenta de la importancia de los jugos y salsas que te traen a la cabeza como por arte de magia los ingredientes que lo forman. Eso sí, los postres tienen un precio un poco elevado teniendo en cuenta que en su pastelería no lo son tanto (aunque tampoco traen el atrezzo que lo acompaña)
- Volvería? Ojalá, me encantaría volver sin duda. El precio hará que seguramente una segunda visita se demore en el tiempo, pero no por falta de ganas si no porque la lista de mis futuribles es taaaaaan larga que siempre intento descubrir novedades y no repito demasiado.
- Ubicación
RESTAURANTE HOFMANN
C/ De la Granada del Penedés 14
Barcelona
93 218 71 65